La
palabra es mitad de quien la pronuncia, mitad de quien la escucha"
dijo el filósofo y escritor galo Michel Eyquem de Montaigne,
allá por el siglo XVI. Hoy, a mitad del XXI, esa máxima
adquiere una nueva dimensión, a pesar de los agnósticos
detractores del proyecto, a raíz del hallazgo tecnológico
que nos permite comunicarnos con otras especies, en concreto con los
delfines. "Los chasquidos, silbidos, gruñidos, ronquidos
y tamborileos, pertenecen a humanos y cetáceos, a emisores
y receptores" quizá hubiera afirmado en estos tiempos
futuros. El magazín Tiempos Futuros Future Times quiso estar presente en la "charla" que mantuvieron los
científicos del Instituto Oceanográfico del Sudeste
Asiático (IOSA) y dos criaturas acuáticas no humanas,
tan alejadas, tan totalmente ajenas a todo modelo cultural conocido. En las siguientes líneas hemos tratado de glosar tan compleja
"entrevista", recopilando fragmentos conversacionales dispersos
a lo largo de esos doce minutos, eliminando partes no decodificables,
"re-traduciendo" conceptos genéricos (en letra negrilla)
para conferirles una estructura gramatical y semántica al uso,
en suma, dándole un formato lingüístico escrito
más ajustado a los esquemas tradicionales conocidos; porque
bajo las aguas procelosas de la Bahía del Mar de la China Oriental
se produjo algo opuesto a la logomaquia, en la que sólo importan
las palabras. Hay que tener en cuenta que los interlocutores, los
más singulares de la historia de la comunicación, disponían
de cerebros inteligentes pero con patrones alejadísimos de
los humanos, insistimos. El antropólogo y fonetista español
Arturo Pizarro, subdirector del Instituto de Zoointeligencia de la
Universidad de Navarra y colaborador del proyecto, dijo: "La
inteligencia de los delfines se ve encorsetada en al ámbito
de la acción por la inexistencia de órganos prensiles-como
las manos-que les permitieran construir herramientas y con ellas "esculpir"
su cultura, infraestructuras complejas y, en suma, una civilización".
El genetista australiano Benjamín Clark, también experto
asociado al proyecto, complementó la afirmación de su
compañero: "Las modificaciones genéticas de los
dos cetáceos pretenden "liberar" las funciones de
sus ya muy desarrollados neocortex, sede de los comportamientos superiores,
y "agilizar" las sinapsis, gracias a la profusión
de neurotransmisores, en las circunvoluciones de sus encéfalos.
Se trata de potenciar su ya avanzada capacidad de aprendizaje: Si
necesitan herramientas vamos a facilitarles
¡que nos las
pidan!".
Tweety y Oberón jamás leyeron a Bécquer ó
a Hemingway y tampoco pudieron acuñar las gestas de sus antepasados
hasta el momento. Bienvenidos al interior de sus mentes. Pasen, pasen
IOSA: Tweety, hola.-bramaron los
altavoces, situados dentro del enorme acuario, en el lenguaje de los
animales marinos. Otros bafles similares, fuera del agua, reverberaban
en perfecto inglés las palabras de Fuzhou Rockwell, uno de
los subdirectores del equipo. Los dos paralelepípedos serían
también heraldos del antropomorfo milagro, es decir, que dos
seres tan alejados del homo sapiens adquirieran características
de él (el habla), en virtud de un inaudito birlibirloque tecnológico.
El lingüista Fuzhou permanecería al borde del agua para
que los delfines pudieran verle y haría de portavoz, gracias
a su micrófono inalámbrico, de las preguntas de los
científicos del IOSA. Éstos se reservaban la posibilidad
de intervenir directamente en cualquier momento.El lingüista
hablaría en voz baja para que los cetáceos no pudieran
escucharle directamente y de esa manera "viciar" los resultados
del experimento. Hay que tener en cuenta que antes de existir el traductor
los animales ya entendían, en alguna medida, muchos de los
vocablos humanos.
TWEETY: Hooola Fuzhou.
IOSA: Omerón, hola.
OMERÓN: ¡Hoooooooooola Fuzhou! Estoy muy contento de que hables como nosotros.-Su compañero, también
macho de casi tres metros de longitud empiezo la conversación
matizando a su compañero.
TWEETY:
Bueno, no habla como nosotros, sino nuestra lengua. Habla mal (tiene un acento terrible)
IOSA: Ja ja ja
TWEETY
y OBERÓN: Ja ja ja (risas)
IOSA: Tweety, ¿tienes hambre? Tengo cuatro arenques y varios calamares
(Fuzhou levantó las dos manos para que ambos pudieran vez los
sabrosos manjares que encerraban, y la primera trampa que el equipo
tendió a los delfines). El sintetizador emitió los sonidos
y chasquidos con los que ellos mismos diferenciaban ambas especies.
TWEETY: No, Fuzhou.-el concepto identitario estaba muy presente en
los cetáceos. Ellos eran perfectamente conscientes de "quien
era quien" fuera y dentro del agua. Bajo la superficie la precisa
información que le suministraba su avanzado sistema de ecolocalización
por sonidos ultrasónicos le ayudaba de forma inestimable en
esa dirección.-Comí ya. Tienes cinco arenques,
no cuatro.-Corrigió sin caer en la celada traicionera de
IOSA. Su compañero, sometido a un calculado ayuno, entró
al trapo que le tendieron los científicos, tomando la iniciativa
en la conversación:
OMERÓN: Fuzhou, yo si tengo hambre. Prefiero calamares.
IOSA: Oberón, toma, pero dime antes qué comiste ayer.-Y el
lingüista mantuvo en alto su mano enguantada llena de las viandas
favoritas del delfín. Éste se acercó y le miró
divertido. La pausa que medio entre la pregunta y su respuesta podría
interpretarse como necesaria para rebuscar ésta en los ininteligibles
senderos de su mente, pero también como parte del juego que
le planteaba su instructor. Finalmente la criatura moduló la
frecuencia de sus silbidos y emitió una larga serie de chasquidos
que fueron traducidas por el ordenador:
OMERÓN: Ayer comí camarones muy ricos, Fuzhou.-Los biólogos
marinos, fonetistas, lingüistas y demás expertos en comunicación
parecieron congratularse tras los cristales del laboratorio; aquel
animal parecía tener claros algunos conceptos fundamentales,
como los cronológicos. Que un delfín tuviera percepción
temporal tenía unas implicaciones extraordinarias y contradecía
las tesis que apuntan a "un presente eterno" de todas las
especies salvo el hombre. Recordar implicaba aprendizaje, tener conciencia
del futuro, posibilidad de planificarlo o preverlo. Todavía
tenían que indagar en esta última dirección-el
mañana-con los cetáceos, que los científicos
si habían previsto y plasmado en el "formulario amable"
que desgranaría poco a poco Fuzhou Rockwell.
IOSA: Muy bien Oberón.-y el animal tuvo su premio en forma de suculento
cefalópodo cortado en anillos. Ahora tocaba interpelar al otro
delfín, para que en ningún momento se sintiera celoso
de su compañero. Con sus manos en la espalda para que ningún
gesto le diera pistas
:-Tweety, tráeme la pelota verde.-Aquí
podía surgir el primer problema: El delfín podía
entender perfectamente lo que se le pedía hacer pero, simplemente,
podía no querer hacerlo. El animal, saciado antes del experimento,
podía cuestionar el principio de autoridad. ¿Por qué
iba a hacerlo sino era por comida? Sin embargo, Tweety obedeció
con mansedumbre. Quizá pensó que su premio sería
el juego.
TWEETY: Fuzhou, toma.- y lanzó el juguete a las manos del lingüista
taiwanés. Éste aguardó unos segundos, como hacen
a diario en miles de parques de todo el mundo dueños de canes.
La dilación tuvo su recompensa que no era otra que Tweety tomara
la iniciativa en la conversación. -Fuzhou, arroja la pelota-indicó
impaciente. Pero aún habría de esperar, pues un nuevo
ardid del equipo le aguardaba. El hombre sacó otra pelota idéntica,
aunque de color rojo intenso, del bolsillo de su bata y, levantando
una con cada mano interpeló al cetáceo.
IOSA: Tweety, ¿Cuál es la pelota que me has lanzado?-Aquí
el delfín tendría que escoger una característica
diferenciadora entre las dos pelotitas de goma. Color o ubicación.
TWEETY: Lancé la de mi derecha.-Acertó el animal,
pues Fuzhou enfrentado a él portaba en su izquierda la esfera
verde.
IOSA: ¿Y cual es la que quieres que te lance?-preguntó zalamero
el hombre, siguiendo los consejos que le daban a través de
su pinganillo.
TWEETY: Fuzhou, lanza la roja, la de mi izquierda-remató
el animal, sorprendiendo a todos y abortando las apuestas. En oposición
a la expectación del equipo el otro delfín parecía
aburrido del infantil juego con su compañero, tras comerse
kilo y medio de calamares. Una vez más tomó la iniciativa
en la conversación.
OMERÓN: Fuzhou, ¿quiénes están ahí detrás?-el animal, al asomar su cabeza fuera del agua,
veía sombras tras los cristales del laboratorio.
IOSA: Omerón, son mis amigos y también los vuestros. Ya los
conocéis a todos: Las doctoras Almeida y Delacroix, mis jefas,
los profesores Xiao y Totó, los expertos Pizarro, Higgins y
Clerk.-En ese momento el traductor avisó a Fuzhou que había
introducido en su frase dos conceptos que desconocían los delfines
y preguntó si debía descomponerlos definiéndolos
a partir de los conocidos o no. La máxima responsable del proyecto,
doctora en biología marina Andreas Delacroix, negó con
la cabeza tras los cristales y el genetista Clerk activó un
control desde su panel para que la respuesta de Fuzhou no confundiera
a los delfines. El traductor iba a someterse a su más dura
prueba, hasta el momento.
OMERÓN: Fuzhou, ¿qué significa jefa?
TWEETY: Fuzhou, ¿qué significa expertos?-el sintetizador
ajustaba la voces de ambos con registros tímbricos diferentes
para evitar confusiones. Omerón sonaba como un perfecto barítono
británico. Tweety como un agudo tenor tejano.
IOSA: Omerón, jefa significa que jerárquicamente está
por encima de mi, profesionalmente, y además que es mujer.-Otra
vez el pitido doble.
TWEETY: Fuzhou, ¿qué significa expertos, jerárquicamente y profesionalmente?-Los animales no pasaban ni una. De
los datos obtenidos en la prueba se derivarían muchas conclusiones,
como que un delfín podía estar pendiente de la conversación
con su interlocutor y de otra paralela (Fuzhou-Oberón). Cerebro
multitarea, sin duda.
IOSA: Omerón, Tweety, permitirme que os explique de otra manera que
significa "jefa": Es la mujer que me dice en el trabajo
lo que tengo que hacer. ¿Entendéis?
TWEETY: Sí, Fuzhou.
OMERÓN: Sí, Fuzhou. Pero como pregunta Tweety, ¿qué
significa "expertos", "jerárquicamente"
y "profesionalmente"?-El lingüista Fuzhou Rockwell
puso la cara de andar metido en un aprieto. Tras el cristal sus compañeros
eran víctimas de un repentino ataque de risa. Los delfines
se comunican entre sí denominándose por sus nombres,
reconociéndose a si mismos, por lo que a nadie extrañó
la mención de Omerón de su compañero de fatigas.
IOSA: Bien, chicos. "Expertos" son los que saben mucho acerca
de un tema. Las palabras "jerárquicamente" y profesionalmente"
os las explicaré mañana.-Piiiii. Piiii Piiii. Tres pitidos
de nuevo. Uno de los puntos claves del cuestionario se hallaba sobre
el tapete o, mejor dicho, bajo las aguas en forma de chasquidos, silbidos
y emisiones ultrasónicas proferidas por los bafles subacuáticos.
-TWEETY: Fuzhou, ¿qué significa "mañana"?-el
otro delfín abrió la boca para realizar la misma pregunta
pero ya había aprendido que no hacía falta. Volvió
a cerrar sus mandíbulas en un inteligente gesto que al lingüista
le provocó un escalofrío.
IOSA: Tweety
Omerón, mañana significa el día después
de hoy.-Tras su respuesta ambos cetáceos guardaron silencio,
como si estuvieran asimilando la novedosa información. No todos
los días un ser inteligente "procesaba" el concepto
de lo que es el futuro. Omerón volvió a sorprender.
Parecía demostrado que la manipulación biogenética
de su cerebro había llegado más allá que la de
su compañero.
OMERÓN: Fuzhou, ¿dónde está el mañana?-Habían
llegado a una encrucijada. Sabían que eso podía suceder
con los conceptos abstractos, amor, alegría, etcétera,
pero no creía que surgiera tan pronto, en la primera conversación.
La antropóloga Fermina Almeida dijo a su compañero,
situado al borde del estanque marino, que ni se le ocurriera intentar
explicarle al animal la concepción filosófica de lo
que es el mañana. Una mentira piadosa valdría, en aras
de no desorientar al animal. Pero les aguardaba una sorpresa:
IOSA: Omerón, el mañana es el sol que se esconde al otro lado
del mundo, y que reaparece el día después de hoy-dijo
personalmente la doctora, palabras que tradujo diligentemente la máquina.-"Antes"
y "después" fueron dos de los conceptos que más
costó que asimilaran los animales; es más, no tenían
muy claro que Tweety lo hubiera hecho.
OMERÓN: Tweety, creo que ellos nos mienten.-dijo
el delfín ofuscado, dirigiéndose a su compañero,
dando un aletazo contra el agua que empapó a Fuzhou y dejando
atónito a todo el equipo. Después, Omerón aumentó
su caudal sanguíneo y concentración de hemoglobina-según
les avisaron los nanorrobots que navegaban por sus venas-indicando
que estaba a punto de sumergirse. Los expertos se miraron alternativamente
entre ellos y a los monitores, que confirmaron la inmersión
del cetáceo, ya dotado de la provisión de oxígeno
necesario para el descenso.
TWEETY: Omerón, no te enfades. Ellos son buenos. Ellos nos dan comida.
OMERÓN: Tweety, el mañana no existe.-dijo Omerón
desde el fondo del acuario, situado casi a doscientos metros de profundidad.
Su acolchado panículo adiposo le hacía indemne a la
baja temperatura de las aguas a esa cota. Podría permanecer
sumergido casi una hora, lo que dilapidaría la posibilidad
de terminar la "entrevista"
IOSA: Omerón, no te enfades. Si sabias la respuesta,
¿porque
hiciste la pregunta?-el irritado animal marino dilató su contestación,
como un niño enrabietado.
OMERÓN: Fuzhou, eso es fácil. Para poneros a prueba (jugar
con vosotros)- Definitivamente, aquello les quedaba grande. Las
previsiones de los expertos habían quedado abrumadoramente
superadas por la inesperada perspicacia de aquel animal.
IOSA: Omerón anda, sube que podemos hablar sobre lo sucedido-Dijo
el psicólogo keniata Aketi Totó, a través de
su micro, consejo que fue traducido de inmediato por la máquina.
TWEETY: Omerón, sube.
OMERÓN: No.
IOSA: Omerón, ¿te gustaría hacer el amor con Tweety?-La
pregunta del psicólogo estaba orientada a desconcertar al cetáceo,
descolocarle, y así romper el círculo de enfado-orgullo
en el que se hallaba inmerso, nunca mejor dicho.-Efectivamente, la
pregunta debió turbar al animal, que todavía tardó
unos minutos en contestar.
OMERÓN: Aketi, no. Tweety es un chico, piiiiiiiiiiii.-y
el ordenador informó que su siguiente "palabra" era
intraducible, aunque existía un 48,23% de posibilidades de
que fuera un insulto como "bobo" o "tonto". Pero
lo que más llamó la atención del equipo no fue
el contenido de la respuesta del delfín, sino su mención
a Aketi: ¿Cómo diablos supo que era el psicólogo
el que se dirigía a él? A diferencia de las voces distintas
con las que el ordenador "hablaba" en boca de Tweety u Omerón,
para los animales sólo existía una "tonalidad"
de chasquidos, silbidos, ronquidos y emisiones ultrasónicas
fuera quien fuere el miembro del equipo que se dirigiera a ellos.
"Tuvo que deducirlo por el contenido de la pregunta", concluyeron.
TWEETY:
Ja ja (risas). Soy chico, soy chico. Ja ja.- Y comenzó
una conversación entre ellos que el traductor admitió
(¿cabizbajo?) que le fue imposible descifrar.
OMERÓN:
Ja ja (risas).-El animal había subido veloz a la superficie
y parecía divertirse enormemente con su compañero.
TWEETY:
Ja ja (risas).-Lo siento, admitió derrotada la máquina.
Sus expresiones se alejan totalmente de los 629 conceptos que tengo
almacenados en mi memoria. "Es como si, adrede, no quisieran
que entendiéramos lo que cuchichean: es asombroso", sentenció
la doctora Delacroix.
IOSA: Tweety, Omerón,
bien, os agradecemos los minutos que nos
habéis concedido. Hasta mañana-Sentenció la doctora,
al comprobar la tomadura de pelo a la que les habían sometido
los cetáceos. -Y desactivó de forma brusca el traductor-
"La entrevista ha terminado. Sé que han quedado muchas
cuestiones en el tintero, pero ya es suficiente por hoy. Gracias a
todos. Profesor Rockwell, ya puede salir del acuario marino. Me voy
a mi casa a asimilar lo sucedido. Ya tengo suficiente con que me vacile
mi cuñado". Su compañera Almeida nos contó
antes de que nos fuéramos:
"El
experimento del Instituto Oceanográfico del Sudeste Asiático
abre un abanico de infinitas posibilidades imposibles de imaginar: A un delfín que entiende (y aprende) el lenguaje humano se
le puede enseñar acerca de muy diferentes disciplinas, tras
disponer de un "diccionario" de comunicación mínimo. Se podría seguir un proceso similar al pedagógico que
siguen los humanos jóvenes, con la lectura de libros infantiles
dotado de un rango semántico limitado. Los delfines podrían,
en una segunda fase, trabajar como "informadores" de los
que se fragua en los fondos marinos, ayudar a los humanos a instalar
instrumentos en los abismos oceánicos, avisarnos vía
inalámbrica de tsunamis,
etcétera, etcétera
y
todo eso simplemente desde la perspectiva marina. Quizá el
cerebro de un delfín esté mejor dotado para las matemáticas
o la filosofía, con la debida instrucción, que el humano
y éstos nos ayuden a resolver algoritmos numéricos o
metafísicos, inextricables para nosotros, por ejemplo. Encontrarnos
una especie inteligente con la que nos podamos comunicar implicará
una revolución social sin precedentes que nos ayudará
mucho mejor a conocernos a nosotros mismos. Para empezar tendremos
que revisar lo que sabemos de la comunicación con otros
seres inteligentes, las máquinas, para ver si ello
nos da pistas o patrones para abordar tan apasionante aventura"